Por María Luján Bautista
"La seguridad de los pueblos a mi mando, es el más
sagrado de los deberes".
José Francisco de San Martín
La Seguridad es uno de los temas primordiales a
tratar en las sesiones legislativas, tanto en los Concejos Deliberantes municipales
como en el mismo Senado de la Nación, aunque es necesario aclarar que es
ulterior al de la economía.
En nuestra ciudad, la Cámara de Comercio ha
realizado varias reuniones para tratar esta problemática. En una de ellas -el
21 de mayo, para ser precisos- se contó con
la presencia de dirigentes políticos departamentales y provinciales, el
Comisario General de la Distrital Sur; el secretario de Seguridad de la
provincia; el representante del poder judicial; el coordinador de políticas
públicas del Poder Judicial; y representantes de algunas organizaciones
locales. A los oradores se les realizaron 40 preguntas que habían sido planteadas
por escrito y seleccionadas con anterioridad
por parte de algunas de las organizaciones presentes, con el fin de dar
soluciones a los urgentes problemas de inseguridad. El evento se desarrolló con
lentitud en el marco de respuestas ambiguas y carentes de contenido.
El debate se centró en la modificación
del Código de faltas, la aplicación del Código Procesal Penal (el mismo solo se
aplica en el norte de la provincia), el deplorable estado de la penitenciaría
local, el combate contra la droga, el abastecimiento de los destacamentos
policiales, los controles viales y, como frutilla del postre, el tema que más
dio que hablar: las cámaras de vigilancia.
Como usted puede apreciar, estimado
lector, la preocupación gira en torno a subtemas que no van al fondo del
problema. Solo se trataron factores extrínsecos a la problemática mientras que
los factores intrínsecos pasaron por desapercibidos o lo que es peor, no fueron
tenidos en cuenta por muchos. Ya han transcurrido 3 meses desde aquella reunión
y la situación en nuestra ciudad va en detrimento. La delincuencia se adueña de
las calles, así como el pánico, la inseguridad y la incertidumbre se apoderan
de los ciudadanos.
Ahora bien, tratemos de buscar una
solución al tema de la Seguridad, una solución que debe ser pronta, eficaz y
estable en el tiempo. Comparto un texto que resulta análogo a esta situación:
“Una
vez se empantanó un autobús en un pantano entre Calchaquí y Vera, y allí se
hundió hasta el eje. El chofer se tiró al barro, y después de diligente examen
del motor, invitó a los tripulantes a bajarse a ayudarle a tirar de una cuerda que
él fijara en el radiador. Los tripulantes eran entre otros un joven de la
Acción Católica, una señora secretaria de la Sociedad Benéfica y un Padre
Misionero. El joven quería bajarse: pero la Señora temió ensuciarse y tenía
algo mejor que hacer, contar el dinero que llevaba colectado para el hospital
de Reconquista; mientras, el Reverendo se asomó al pescante y le echó una
exhortación: “Querido amigo (dijo con voz tronante), trate de poner en marcha
el motor; y si es posible, de reforzar el motor; aquí lo que falla, créame, es
el motor; ¡usted tiene la culpa por no traer motor suficiente! Si nosotros lo
sacamos de este pantano, usted caerá en otro, y así sucesivamente. ¡Vamos a la
raíz del mal! ¡Refuerce el motor! Yo estoy rezando mi breviario. Nuestras
actividades son más necesarias e importantes que su actividad de chofer, en la
cual usté está fallando ¡y pretende ayuda encima! Cuando usté tenga un motor
adecuado, no habrá temor de ningún pantano…”
“-Reverendo
Padre- respondió el chofer- el motor está lleno de agua. Si ustés no quieren
tirar la soguita, aquí nos quedamos con el coche, y le prevengo que se hunde
por momentos…” [1]
Analizando el texto y aplicándolo
concretamente a nuestro cometido podemos decir que el autobús es la Sociedad;
el pantano es el problema de la Seguridad en el cual ha caído la sociedad; el
joven de la Acción Católica representa a aquellas personas que están dispuestas
a contribuir con la solución que otros han propuesto; la Señora de la Sociedad
Benéfica muestra la actitud de aquellos que están demasiado ensimismados como
para ocuparse de lo que la rodea y teme que si lo hace su situación pueda
empeorar; luego el Sacerdote viene a ser aquél capaz de percibir la raíz del
problema, plantear las acciones necesarias para resolverlo, y darlo a conocer
sin miramientos ni dobleces. Finalmente, nos encontramos con el chofer, que
sería el Gobierno que trata de revertir la situación a la cual por sí mismo se
dirigió. Sin embargo, sabiendo que se está hundiendo en su propio fango,
propone acciones superficiales, momentáneas, buscando el apoyo y auxilio de
otros, pero eso sí, sin que se produzca un cambio radical que arranque el
problema de fondo. Basta con promover una mejora aquí y ahora como para poder
seguir hasta caer en un nuevo pantano y así sucesivamente.
Es momento de ver claramente lo que
sucede y tomar cartas en el asunto. Esto no se recompondrá con las solas
acciones del Estado o con las acciones individuales y aisladas de cada
ciudadano. Comencemos a trabajar como sociedad, cada cual ocupando el puesto
que le corresponde. Así lo explicaba aquél gran Filósofo argentino Carlos Sacheri:
“La
solución a la dificultad enunciada consiste en reconocer que, tanto los
ciudadanos como la autoridad política, asumen el carácter de causa eficiente de
la vida social. Pero ello no implica desconocer que entre ambas causas existe
una relación de dependencia. En efecto, si bien los ciudadanos son quienes, en
definitiva, actúan, resulta evidente que dicha actividad no basta para
garantizar el logro efectivo del bien común político. Su realización supone que
todas las acciones individuales se ordenen jerárquicamente en función de la
finalidad social o bien común. Para lo cual resulta indispensable que la
autoridad pública ordene y subordine unas actividades a otras, controle su ejecución
y brinde los medios necesarios para ello.”[2]
De acuerdo con lo expuesto, pareciera
que la reunión en la Cámara de Comercio no fue una mala idea ya que resulta
coherente buscar una solución en conjunto. El fracaso de la misma se produjo (y
se prolongará en reuniones futuras), porque no se tiene en cuenta que no
alcanza con prevenir, la herida ya está hecha y no es superficial, la infección
ha llegado a las células más profundas.
Yo, por mi parte,
pregunto: ¿Han podido visualizar que el tema de la seguridad está mal desde los
cimientos? ¿Son conscientes de que la
raíz es el desorden moral de la sociedad?
Esto
no lo vamos a cambiar si se sigue fomentando el hedonismo, el materialismo, el
ateísmo, la ideología de género y demás facetas de una cultura que nos condujo
a la decadencia; que nos fomenta hábitos que satisfagan los gustos y caprichos
de uno mismo, con los cuales alcancemos el bienestar personal, sin percatarnos
del prójimo, de sus necesidades, y nos
enseña que de ser preciso hay que pisotearlo, despreciarlo y humillarlo a costa
de su sacrificio con tal de alcanzar el deleite propio.
Ante
esto, es menester estrenar esa potencia que las ideologías han adormecido, que
es esencial y exclusiva del hombre: la inteligencia. Hay que pensar y hacer
pensar. Concebir la naturaleza real y verdadera del hombre permitirá guiar los
esfuerzos para llevarlo a él, y en consecuencia a la Sociedad, a su plenitud. El
cambio tendrá lugar cuando los hombres se eduquen en virtudes. Si! Virtudes y
NO solo valores. Las primeras crean hábitos perfectivos en el hombre que lo
llevan a su estado de perfección, modificando y perfeccionando no tan solo el
obrar sino también la interioridad del sujeto. No basta con conocer
teóricamente qué y cuáles son las virtudes sino llevarlas a la práctica y
predicarlas con el ejemplo. Así un gobernante, un policía, o cualquier
autoridad social que posea la virtud será digno de respeto de la comunidad
porque eso inspira su obrar.
Por
su parte los valores son un término que subjetivó y quitó fuerza a la vida
moral, suele hacer referencia al valor que cada uno asigna a las cosas, se lo
utiliza como comodín, y por esto carece de significado.
Me
atrevo a decir que para que la situación de la seguridad cambie, debemos empezar
a hacer cultura desde un orden natural, social,
cristiano, que defienda la vida. Un orden que tenga en cuenta la esencia
del hombre y las necesidades que surgen de su propia naturaleza.
Y
termino este artículo, dejando la puerta abierta al debate con una cita de
Carlos Sacheri: “Thibon decía que no se
destruye sino aquello que se reemplaza; nosotros debemos cambiar, debemos
llevar el cambio a la gente, pero llevando un cambio que reemplace al
liberalismo, que remplace la dialéctica de clase del marxismo, por un orden
cristiano y natural”. [3]
[1] “Las ideas de mi tio
el cura” P. Leonardo Castellani, p. 133
[2] “El Orden Natural”
Carlos Sacheri, p. 186.
[3] “Sacheri Predicar y
morir por la Argentina”, Héctor Hernández p. 468.
Muy buen planteo!
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