martes, 2 de septiembre de 2014

Inseguridad, un problema moral





Por María Luján Bautista


"La seguridad de los pueblos a mi mando, es el más sagrado de los deberes".
José Francisco de San Martín


La Seguridad es uno de los temas primordiales a tratar en las sesiones legislativas, tanto en los Concejos Deliberantes municipales como en el mismo Senado de la Nación, aunque es necesario aclarar que es ulterior al de la economía.
En nuestra ciudad, la Cámara de Comercio ha realizado varias reuniones para tratar esta problemática. En una de ellas -el 21 de mayo, para ser precisos- se contó con  la presencia de dirigentes políticos departamentales y provinciales, el Comisario General de la Distrital Sur; el secretario de Seguridad de la provincia; el representante del poder judicial; el coordinador de políticas públicas del Poder Judicial; y representantes de algunas organizaciones locales. A los oradores se les realizaron 40 preguntas que habían sido planteadas por escrito y seleccionadas con anterioridad  por parte de algunas de las organizaciones presentes, con el fin de dar soluciones a los urgentes problemas de inseguridad. El evento se desarrolló con lentitud en el marco de respuestas ambiguas y carentes de contenido.
 
El debate se centró en la modificación del Código de faltas, la aplicación del Código Procesal Penal (el mismo solo se aplica en el norte de la provincia), el deplorable estado de la penitenciaría local, el combate contra la droga, el abastecimiento de los destacamentos policiales, los controles viales y, como frutilla del postre, el tema que más dio que hablar: las cámaras de vigilancia.
Como usted puede apreciar, estimado lector, la preocupación gira en torno a subtemas que no van al fondo del problema. Solo se trataron factores extrínsecos a la problemática mientras que los factores intrínsecos pasaron por desapercibidos o lo que es peor, no fueron tenidos en cuenta por muchos. Ya han transcurrido 3 meses desde aquella reunión y la situación en nuestra ciudad va en detrimento. La delincuencia se adueña de las calles, así como el pánico, la inseguridad y la incertidumbre se apoderan de los ciudadanos.
Ahora bien, tratemos de buscar una solución al tema de la Seguridad, una solución que debe ser pronta, eficaz y estable en el tiempo. Comparto un texto que resulta análogo a esta situación:
“Una vez se empantanó un autobús en un pantano entre Calchaquí y Vera, y allí se hundió hasta el eje. El chofer se tiró al barro, y después de diligente examen del motor, invitó a los tripulantes a bajarse a ayudarle a tirar de una cuerda que él fijara en el radiador. Los tripulantes eran entre otros un joven de la Acción Católica, una señora secretaria de la Sociedad Benéfica y un Padre Misionero. El joven quería bajarse: pero la Señora temió ensuciarse y tenía algo mejor que hacer, contar el dinero que llevaba colectado para el hospital de Reconquista; mientras, el Reverendo se asomó al pescante y le echó una exhortación: “Querido amigo (dijo con voz tronante), trate de poner en marcha el motor; y si es posible, de reforzar el motor; aquí lo que falla, créame, es el motor; ¡usted tiene la culpa por no traer motor suficiente! Si nosotros lo sacamos de este pantano, usted caerá en otro, y así sucesivamente. ¡Vamos a la raíz del mal! ¡Refuerce el motor! Yo estoy rezando mi breviario. Nuestras actividades son más necesarias e importantes que su actividad de chofer, en la cual usté está fallando ¡y pretende ayuda encima! Cuando usté tenga un motor adecuado, no habrá temor de ningún pantano…”
“-Reverendo Padre- respondió el chofer- el motor está lleno de agua. Si ustés no quieren tirar la soguita, aquí nos quedamos con el coche, y le prevengo que se hunde por momentos…” [1]
Analizando el texto y aplicándolo concretamente a nuestro cometido podemos decir que el autobús es la Sociedad; el pantano es el problema de la Seguridad en el cual ha caído la sociedad; el joven de la Acción Católica representa a aquellas personas que están dispuestas a contribuir con la solución que otros han propuesto; la Señora de la Sociedad Benéfica muestra la actitud de aquellos que están demasiado ensimismados como para ocuparse de lo que la rodea y teme que si lo hace su situación pueda empeorar; luego el Sacerdote viene a ser aquél capaz de percibir la raíz del problema, plantear las acciones necesarias para resolverlo, y darlo a conocer sin miramientos ni dobleces. Finalmente, nos encontramos con el chofer, que sería el Gobierno que trata de revertir la situación a la cual por sí mismo se dirigió. Sin embargo, sabiendo que se está hundiendo en su propio fango, propone acciones superficiales, momentáneas, buscando el apoyo y auxilio de otros, pero eso sí, sin que se produzca un cambio radical que arranque el problema de fondo. Basta con promover una mejora aquí y ahora como para poder seguir hasta caer en un nuevo pantano y así sucesivamente.
Es momento de ver claramente lo que sucede y tomar cartas en el asunto. Esto no se recompondrá con las solas acciones del Estado o con las acciones individuales y aisladas de cada ciudadano. Comencemos a trabajar como sociedad, cada cual ocupando el puesto que le corresponde. Así lo explicaba aquél gran Filósofo  argentino Carlos Sacheri:
“La solución a la dificultad enunciada consiste en reconocer que, tanto los ciudadanos como la autoridad política, asumen el carácter de causa eficiente de la vida social. Pero ello no implica desconocer que entre ambas causas existe una relación de dependencia. En efecto, si bien los ciudadanos son quienes, en definitiva, actúan, resulta evidente que dicha actividad no basta para garantizar el logro efectivo del bien común político. Su realización supone que todas las acciones individuales se ordenen jerárquicamente en función de la finalidad social o bien común. Para lo cual resulta indispensable que la autoridad pública ordene y subordine unas actividades a otras, controle su ejecución y brinde los medios necesarios para ello.”[2]
De acuerdo con lo expuesto, pareciera que la reunión en la Cámara de Comercio no fue una mala idea ya que resulta coherente buscar una solución en conjunto. El fracaso de la misma se produjo (y se prolongará en reuniones futuras), porque no se tiene en cuenta que no alcanza con prevenir, la herida ya está hecha y no es superficial, la infección ha llegado a las células más profundas. 


Yo, por mi parte, pregunto: ¿Han podido visualizar que el tema de la seguridad está mal desde los cimientos? ¿Son conscientes de que la  raíz es el desorden moral de la sociedad?
 Esto no lo vamos a cambiar si se sigue fomentando el hedonismo, el materialismo, el ateísmo, la ideología de género y demás facetas de una cultura que nos condujo a la decadencia; que nos fomenta hábitos que satisfagan los gustos y caprichos de uno mismo, con los cuales alcancemos el bienestar personal, sin percatarnos del prójimo, de sus necesidades, y  nos enseña que de ser preciso hay que pisotearlo, despreciarlo y humillarlo a costa de su sacrificio con tal de alcanzar el deleite propio.
Ante esto, es menester estrenar esa potencia que las ideologías han adormecido, que es esencial y exclusiva del hombre: la inteligencia. Hay que pensar y hacer pensar. Concebir la naturaleza real y verdadera del hombre permitirá guiar los esfuerzos para llevarlo a él, y en consecuencia a la Sociedad, a su plenitud. El cambio tendrá lugar cuando los hombres se eduquen en virtudes. Si! Virtudes y NO solo valores. Las primeras crean hábitos perfectivos en el hombre que lo llevan a su estado de perfección, modificando y perfeccionando no tan solo el obrar sino también la interioridad del sujeto. No basta con conocer teóricamente qué y cuáles son las virtudes sino llevarlas a la práctica y predicarlas con el ejemplo. Así un gobernante, un policía, o cualquier autoridad social que posea la virtud será digno de respeto de la comunidad porque eso inspira su obrar.   
Por su parte los valores son un término que subjetivó y quitó fuerza a la vida moral, suele hacer referencia al valor que cada uno asigna a las cosas, se lo utiliza como comodín, y por esto carece de significado.
Me atrevo a decir que para que la situación de la seguridad cambie, debemos empezar a hacer cultura desde un orden natural, social,  cristiano, que defienda la vida. Un orden que tenga en cuenta la esencia del hombre y las necesidades que surgen de su propia naturaleza.
Y termino este artículo, dejando la puerta abierta al debate con una cita de Carlos Sacheri: “Thibon decía que no se destruye sino aquello que se reemplaza; nosotros debemos cambiar, debemos llevar el cambio a la gente, pero llevando un cambio que reemplace al liberalismo, que remplace la dialéctica de clase del marxismo, por un orden cristiano y natural”. [3]

[1] “Las ideas de mi tio el cura” P. Leonardo Castellani, p. 133
[2] “El Orden Natural” Carlos Sacheri, p. 186.
[3] “Sacheri Predicar y morir por la Argentina”, Héctor Hernández p. 468.


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